UNA REFLEXIÓN RECIENTE SOBRE LOS CONFIDENCIALES

17 de febrero de 2005
 
Esta reflexión forma parte de la respuesta que di a la consulta que recibí por parte del International Herald Tribune, que próximamente publicará un artículo sobre algunos aspectos de los denominados confidenciales en Internet.
 
LOS ORÍGENES Y EL AUGE DE UNA VIEJA MODALIDAD PERIODÍSTICA EN LA RED ESPAÑOLA
 

La modalidad de confidenciales periodísticos en España es anterior a su actual presencia en la red, por lo que no es correcto referirse a ellos como “nuevos medios” propiamente dichos (como podría ser el caso de los weblogs). Este fenómeno tuvo su auge durante los últimos años de franquismo y los primeros años de la década de los 80, en los comienzos de la Transición Democrática, con los denominados “boletines confidenciales” impresos, publicaciones centradas principalmente en temas políticos y/o económicos, y por los que un restringido número de lectores pagaba un precio elevado por acceder a informaciones no presentes desde otro tipo de medios.

En mi opinión, la proliferación de estos medios en Internet quizás haya que buscarla en un abaratamiento de costes para sus promotores, por un lado, y en los propios rasgos de la red como canal de comunicación, que favorece en parte la transmisión del rumor y el anonimato. Aunque se hallan ciertas similitudes con los confidenciales impresos en cuanto al estilo en la redacción de las piezas informativas y en lo referente a la mezcla de información y opinión, entre otros aspectos, lo cierto es que se aprecian claras diferencias con esta vieja fórmula, sobre todo, en dos rasgos intrínsecos a la confidencialidad de estos medios: el primero, el hecho de que, frente al elevado precio que tenían que pagar los suscriptores de los confidenciales impresos, sean los digitales en su mayoría gratuitos; y el segundo, derivado de éste, en la ampliación –sobre todo cualitativa- de público de estos confidenciales on line sin referente impreso, que ahora también pueden ser consultados por internautas particulares y que ya no se restringen, por tanto, a las élites políticas, económicas y periodísticas que los leían en papel. Ello hace en que se plantee si la denominación generalizada de “confidenciales” es adecuada para estos medios, abiertos al espacio público y, por tanto, capaces de ejercer una influencia sobre éste, y de constituirse como vínculo entre los círculos de poder y la sociedad.

Uno de los primeros casos de “confidencial” surgido en la Internet española lo encontramos, hacia el año 2000, en el diario “Mi Canoa”, perteneciente al grupo Quebecor y dirigido por Fernando Jáuregui, que dos años después tuvo que indemnizar a los jugadores del Barcelona por publicar una información que supuso, según la sentencia del denominado “Caso Hesperia”, "una intromisión en su honor” tras no poder demostrarse su veracidad. Este caso, que provocó la venta del diario y su posterior reconversión, dejó claro que, tanto en la red como fuera de ella, el trabajo periodístico debe estar basado en hechos comprobados y no en meros rumores o filtraciones, y supuso el comienzo del debate en torno a los confidenciales digitales en España. Mientras tanto, fueron surgiendo nuevos confidenciales “puros”, ciertos diarios en línea sin referente impreso se fueron reconvirtieron a esta fórmula e incluso las ediciones digitales de algunos diarios en papel incluyeron secciones de información confidencial.

 
PUNTOS DÉBILES Y CRÍTICAS: INFLUENCIA Y CREDIBILIDAD DE LOS CONFIDENCIALES
 

La proliferación de fórmulas de este tipo, así como el hecho de que la audiencia de estos diarios haya aumentado, en general, en los últimos años, junto a la posibilidad de que los confidenciales estén restando influencia a los grandes medios, han sido algunas de las causas por las que, según los directores de estos medios, han recibido críticas recientemente por parte de algunos editores de los grandes periódicos españoles con ediciones digitales en la red, quienes denuncian que los confidenciales no respetan criterios periodísticos básicos como la cita a las fuentes o la verificación de las informaciones, y quienes los acusan de chantajistas y difamadores, ya que, según estos responsables, los confidenciales firman convenios de publicidad o patrocinio con empresas como “defensa” o “ataque”.

Respecto al tema de la publicidad, también hay que destacar que en muchos de los denominados confidenciales en línea se repiten, como forma de “patrocinio” según los responsables de estos medios, los mismos anuncios de grandes empresas del sector de la economía, energía y las telecomunicaciones en España. Sin embargo, y aunque en el último año se han beneficiado de un aumento de inversión publicitaria, su principal fuente de ingresos, algunos confidenciales, igual que otros muchos diarios españoles en la red, aún tienen problemas de rentabilidad (éste es uno de sus principales puntos débiles, junto al tema de la credibilidad). Queda por saber ahora, en un momento en que se plantea la necesidad de regulación de los contenidos informativos en la Internet española, en qué medida les afectará la decisión que tomó el Gobierno en septiembre del pasado año de retirar la publicidad institucional a estos medios.

 
un apunte final: EL PAPEL DEL LECTOR COMO VALOR DE LOS CONFIDENCIALES

Para finalizar, me gustaría introducir una reflexión relacionada con el tema en el que quiero centrar mi investigación. Y es que, a pesar de las críticas y de sus puntos “oscuros”, lo cierto es que los confidenciales están alcanzando un éxito creciente en España. Desde mi punto de vista, en este debate, es importante tener en cuenta el papel de los receptores, pues quizás sean ellos el componente que, junto a los contenidos, otorgue el valor a estas publicaciones. Habría que plantearse, en este sentido, qué finalidad persigue el público de estas publicaciones en línea, qué motivaciones les llevan a su lectura y qué imagen tienen de ellos en lo referente a la credibilidad de sus informaciones. Tal vez los que leen confidenciales lo hacen por simple curiosidad, conscientes de que lo que tienen ante sus ojos son rumores sin confirmar, o tal vez acudan a ellos porque encuentren respuestas que, en un tiempo en el que se habla de crisis de la prensa, los medios tradicionales no han sabido –querido o podido- ofrecerles.

 

María Sánchez González

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