ZORTZICO FINAL.

 

Datos de producción.

 

Zortzico final data del año 1987; es una producción nacional que corre a cargo de Televisión Española Vasca y de Julián Pavón, realizada por José Luis Calderón.

El guión es de Alberto L’ Echevarrieta; cuenta con varios reporteros gráficos, Mikel Arregui, Ricardo Elorza y José María Guiteras, así como con Javier Landalucie, Txomin Centenero y Gullem Castell como reporteros gráficos ayudantes.

El sonido corre a cargo de Fulgencio Peña y Roberto Miranda, y el montaje en VTR ha sido realizado por Oscar Argudo y Roberto Pérez.

La música es original de Rafael Castro. Al piano está Carlos Ibarra; al clarinete, José Serrano. María Folco colabora como mezzosoprano.

El poema es de Alfonso Irigoyen, y los grabados de la cabecera son originales realizados por los presos de Mauthausen.

El idioma de la película que he visionado es el castellano, y es de suponer que, si no original (no está doblado), como mucho se haría otra versión original en vasco para TVE- Vasca.

La duración aproximada es de unos 60 minutos cada cinta, siendo el total de la serie (tres capítulos) unos 180 minutos.

El soporte es de vídeo, el formato convencional; alterna imágenes originales en blanco y negro con otras rodadas para la serie en color. Sonora.

 

Contenidos.

 

Se trata de un documental que nos acerca a la ciudad de Mathausen hoy, para mostrarnos lo que allí sucedió en la Segunda Guerra Mundial: la muerte de millones de personas en el campo de concentración allí situado, a través de imágenes originales de noticiarios de la época (por ejemplo, Hitler rodeado de multitudes con los brazos en alto), secuencias cinematográficas, etc, pero sobre todo a través del testimonio de algunos supervivientes, unidos por el vínculo común de la sangre vasca: José Egea Pujante (Representante Español del Comité Internacional de Mauthausen), Luis García Manzano, Manuel García (guía de Mauthausen), Fernando Fernández Lavín, o Sebastián Mena.

Es importante señalar que la cinta termina con las peticiones de paz, armonía, libertad... de los testigos, sintetizándose sus deseos en las palabras de la voz en off, a la vez que ésta resume la finalidad de la cinta como “homenaje a todas las personas que dejaron allí su vida... especialmente, homenaje a los vascos...”

Así pues, la serie plantea el tema del exterminio de españoles y vascos en Mathausen a través de imágenes y descripciones de la voz en off, que tratan temas como la empinada escalera por la que hacían subir a los presos, el horno crematorio, el infierno de Gusen[1], las fosas comunes, etc.

 Estas descripciones son apoyadas sobre todo por el testimonio de los supervivientes, que actúan así como una especie de narradores y acercan sus vivencias al presente, de primera mano: la esperanza ante el avance de los aliados, la liberación del campo..., aportando su punto de vista ideológico, antifascista (por ejemplo, manifiestan su rencor hacia Ziereis, el que fuera dirigente principal del campo). También la voz en off participa de este punto de vista ideológico (cuando se muestran los monumentos erigidos en memoria de los exterminados, enfatiza en el hecho de que el Rey Don Juan Carlos colocó una placa en el interior del campo en el año 1978, “tras la inhibición del general Franco”).

Incluso en un momento cercano al final de la cinta, se opta por un planteamiento del tema más personal y dramático. Los superviventes hablan de las secuelas psicológicas que todavía deben a Mauthausen.

 

Recursos Formales.

 

En primer lugar, y a pesar de tratarse de un documental, encontramos

diversos recursos para la puesta en escena del tema. Así, las intervenciones de los testigos están preparadas y rodadas a conciencia, aunque en realidad gocen de gran naturalismo y espontaneidad; incluso los supervivientes quedan caracterizados, ocupando cada uno un papel, un rol distinto: guía, testigo, militante comunista con el uniforme del campo, etc. Pero siempre de forma realista; por ejemplo, vemos a un Egea Pujante verdaderamente traumatizado.

Incluso la iluminación se usa con los mismos fines realistas, combinándose escenas interiores de luz cálida –de un matiz más dramático- con exteriores naturales.

También muchas de las imágenes insertadas en blanco y negro parecen fragmentos de películas antiguas y, por tanto, elementos ficcionales.

El tema no es tratado de forma genérica, sino de cerca; lo personifica, por un lado, en los testigos superviventes hoy, y por otro, en las víctimas, a través de los monumentos, de los mausuleos –sobre todo, los vascos-.

Abundan, por otra parte, los planos generales y panorámicas (incluso una vista aérea al principio de la Tercera Parte)del pueblo de Mauthausen y del campo de concentración, de Gusen, etc. Los testigos se hallan casi  siempre encuadrados desde la cintura y centrados respecto a los laterales, completamente de frente –son, por tanto, planos poco cinematográficos-. Sólo algunos planos de los testigos son más artísticos, como el plano medio de Manuel García, situado a un lado de la composición y con la vegetación del exterior al fondo balanceándose por el viento-. Pero siempre antepone la objetividad y verismo del testimonio (quizás por eso no use primeros planos).

Estos primeros planos quedan reservados para la parte más personal, cuando los supervivientes del campo nazi expresan el deseo de que su drama no vuelva a repetirse.

Los planos detalle tienen especial función simbólica –pies de los presos subiendo la escalera del campo, frases al pie de los monumentos funerarios, etc-.

Destacan, dentro de las imágenes originales, los primeros planos de los rostros demacrados por el horror nazi, los planos de conjunto de cadáveres apilados...

Según la distancia, la mayoría son planos normales, y según la movilidad, podemos señalar dos conjuntos de planos: los planos fijos del testimonio de los distintos hombres y la concatenación de planos fijos que toman imágenes fotográficas originales como base; y los planos en movimiento del paisaje de Mauthausen. La mayoría son panorámicas horizontales de la ciudad hoy, en color, con algunos barridos verticales de las fotografías en blanco y negro. Los zooms abundan sobre todo en éstas (in /out) para señalar detalles o rostros de alemanes, aunque también encontramos algunos para enfatizar elementos del campo de concentración.

La angulación de la cámara es normal, supongo que para acentuar más la sensación de realismo, poniendo al espectador cara a cara con los testigos. Es interesante señalar el efecto del plano de la escalera (principio de la Tercera Parte), donde la cámara va paralela a la escalera –y no en contrapicado, como parece-, haciendo una especie de travelling manual ascendente.

El uso del blanco y negro es obligado, por tratarse de imágenes cinematográficas y fotográficas de hace más de 50 años. Las imágenes filmadas son en color, lo cual resulta lógico hoy. Además, este contraste contribuye a la narración, a la oposición del triste pasado y de un presente más colorido en Mauthausen.

Respecto al sonido, éste es diegético. Por un lado, el sonido directo de la voz de los distintos testigos, que se presenta aislado de cualquier ruído o música de fondo. El resto de imágenes van en ocasiones acompañadas de una voz en off narrativa,masculina, grave, seria, que contribuye a la credibilidad de lo mostrado, pero que en ocasiones manifiesta su posicionamiento a través de distintas entonaciones. Esta voz en off deja paso a las imágenes cuando éstas lo dicen todo por sí mismas ( así, las tomas de un soldado americano que entró povisto de una cámara con las tropas liberadoras, imágenes inéditas hasta ese momento).

Pero en la mayoría de las secuencias del campo de concentración, sobre todo en las imágenes en blanco y negro, la voz en off es un elemento meramente introductorio, presentador, que deja paso a una música clásica, una especie de ópera en memoria de las almas, de los muertos en Mauthausen.

Esta música reafirma lo que vemos en imágenes, le da un mayor efectismo y dramatismo; crea ritmo y, cuando va acompañada de la voz en off, de ser una música tranquila, se hace vertiginosa a la vez que ésta pronuncia palabras más escalofriantes (aunque en ese instante sirve de contrapunto a las imágenes, pues aparece en pantalla, por ejemplo, la colina de Mauthausen en nuestros días; es una especie de evocación al pasado). Tras este aumento de ritmo, la música para en seco para dejar paso al testimonio de los supervivientes del campo. Crea, de este modo, efectos de suspense, y centra toda la atención del espectador en la voz, tras el estruendo, del testigo.

Así pues, la música va al compás de los acontecimientos, le añaden fuerza; se hace especialmente triste cuando acompaña las imágenes de cadáveres amontonados, suena más alegre –aunque sin dejar de ser nostálgica- al final de la serie, mientras que la voz en off pronuncia palabras como justicia o esperanza, etc.

El montaje juega con los paralelismos; se mezclan las imágenes en blanco y negro de la segunda guerra mundial –también fotografías-, con los testimonios y planos en color, rodados expresamente para el documental en el presente; todos, en Mauthausen. La pauta a seguir en el montaje es el orden cronológico de los acontecimientos (contextualizándolos con imágenes de archivo, fotografías o fragmentos ficcionales en blanco y negro, o con imágenes del campo hoy en color) insertando los testimonios como base dentro de cada cuestión temática.

Los títulos de los créditos son distintos al principio (sobre un fondo de grabados de carboncillo realizados por los mismos presos de Mauthausen) y al final, donde tras una lista con todos los vascos fallecidos, se van  combinando imágenes en color del pueblo. Quizás el color verde de las letras sea simbólico (la esperanza). Por último, las letras se tornan amarillas y blancas, conteniendo el resto del reparto –al final están los agradecimientos-. Otros códigos gráficos son los subtítulos que indican los nombres y cargos de los testigos en sus primeras intervenciones (luego desaparecen). Por último, es importante la aparición de un escrito diegético a través de un plano detalle a un monumento funerario: “Plus Jamais Never Again / Nie Wieder Hnkotaa...”, cuya traducción nos la da, en lugar de un subtítulo, la voz en off.

En cuanto a la postproducción, se usan imágenes fijas para ilustrar el tema: fotografías tomadas en los campos, o las mencionadas anteriormente: fragmentos de ficción, imágenes inéditas, de función similar.

Se puede afirmar que existe una adecuación entre formas y contenidos; todo el montaje nos lleva a lo esencial, al testimonio de los supervivientes de Mauthausen, así como al recuerdo a las víctimas mediante la evocación de éstas. Y todo conduce al espectador hacia una determinada actitud ideológica, primero de forma implícita y más tarde con la crueldad de las imágenes de cadáveres amontonados, con la dureza de las palabras de los supervivientes... todo articulado con un montaje acorde y acentuado, si cabe, por la música.

Después, al final de la cinta, esta condena a los crímenes nazis se hace explícita y se personaliza con las peticiones de los propios supervivientes (“la paz en el mundo... hacia un único idioma...”), las cifras (“110.000 jóvenes dieron aquí su vida”) apoyadas por las hileras de muertos que desfilan por la pantalla. El broche final lo pone la voz en off: “Esta serie ha sido un homenaje...”.

 

Análisis Crítico.

 

Zortzico Final pertenece a la llamada “época socialista” (1983- 1989) del cine español. Es en esta etapa donde comienza un interés por la revisión del pasado histórico, por la España de los años cuarenta, etc. La cinematografía vasca empieza a despertar en el panorama español; aunque la crisis le llegará en los últimos años, con la falta de presupuesto y de interés por el público. Las subvenciones estatales a la producción eran, pues, una necesidad para la supervivencia industrial, en unas fechas en que menos del 20% de la población española [2]iba regularmente a las salas de cine, y cuando el coste de las películas se había en cambio disparado; este modelo proteccionista había sido también adoptado por las autoridades del País Vasco, y producto de ello fueron películas como La muerte de Mikel (1983) de Inmanol Uribe, o 27 horas (1986) de Montxo Almendáriz –poco después se consolidaría el grupo de estos nuevos cineastas vascos-.

En estos años van cobrando auge las producciones televisivas como Zortzico Final, en la que televisión española busca coproductoras ( Julián Pavón en nuestro caso, conocido recientemente por su colaboración en El gran marciano) para conseguir producciones unitarias de gran nivel.

Comienza, por otro lado, el auge del documental televisivo a cargo de TVE, y ya no sólo de animales. El éxito de esta serie llega a nuestros días, y prueba de ello es su reciente proyección en canales temáticos de documentales (Hispavisión –perteneciente a Televisión Española- ,de Vía Digital).

Si tomamos como referencia el cine documental mundial, dando un salto atrás en el tiempo descubrimos un título similar a la serie objeto de análisis, The final solution(1979), una miniserie documental para televisión que trata el tema del holocausto en la segunda guerra mundial, dirigida por el británico Michael Darlow.

Debe tenerse en cuenta como punto de partida, precisamente, que el hecho de que Zortzico Final sea una serie para televisión condiciona ciertos aspectos, como el hecho de que tenga una mayor duración o que esté dividida en capítulos. También es posible que el tema venga dado por cuestiones políticas, respaldado además por una razón: en otros países ya se había expuesto sin tapujos la barbarie del régimen socialista en la pantalla, pero es ahora, con la democracia, cuando le toca al cine español condenarla libremente. Y si el nacionalsocialismo implica una defensa del comunismo y de la izquierda, con más motivo... Quizás la actualidad del tema vendría dada por las investigaciones y los archivos con las cifras de muertos, y por el descubrimiento por parte de los vascos de que muchas víctimas de Mauthausen eran sus compatriotas (no voy a entrar en el debate de los contenidos nacionalistas de la cinta).

Pero esto son meras suposiciones; lo que sí que es cierto es que esta serie es uno de los primeros documentales en nuestro país que abordan un tema tan peliagudo desde una perspectiva particular. El título traducido al castellano, Solución Final, es un referente al eufemismo acuñado por Hitler en 1941 para nombrar su objetivo de exterminio total de los judíos en Europa. Sin embargo, en esta serie no hay eufemismos que valgan: el horror y la muerte se nos presentan sin tapujos.

Debido a la importancia del tema por sí mismo, en mi opinión, no hay un gran despliegue artístico para conmocionar al espectador simplemente porque no es necesario. Sólo se emplean los “artilugios justos”, ya que el simple testimonio aportado por los supervivientes dota de sobrada fuerza dramática al conjunto. Además, no conviene hacer desaparecer la verosimilitud y el realismo que sólo se consigue mediante una simpleza y un naturalismo formal.

En general, la palabra prima sobre la imagen; pero la de los testigos, porque la voz en off interviene en contadas ocasiones. Lo esencial lo aportan quienes han estado allí, no hace falta saber más. El resto lo ponen las imágenes, brutales, y una música apaciguada y calmada a veces, y desgarrante otras, pone la guinda.

El resultado, para mi gusto, tal vez no muy bueno estéticamente, pero sí eficaz. Si se pretendía hacer un homenaje a las víctimas, una especie de serie de contrapropaganda al régimen nacionalsocialista cincuenta años después de su desaparición, se ha conseguido, sin duda.



[1] Según las palabras de Joseph Pons, “Gusen, kommando de Mauthausen, estaba situado a unos 5 kilómetros de éste, en la orilla izquierda del Danubio (...) Todos los débiles y enfermos de Mauthausen eran trasladados a Gusen para eliminarlos (...)” (Noche y niebla...M. Roig). 

[2] Fuente: VIDIELLA, R, El documental existe. Cinevídeo 20.